Destaca la bonita y cercana relación que tenía con su abuela y su abuelo. A sus abuelos y a sus padres les hablaba de usted y les decía «padre» y «madre» a sus abuelos. Su madre fregaba el suelo de rodillas porque no había fregonas. Las mujeres hacían la colada en las pilas. Gregorio se marchó a estudiar con 12 años a Zaragoza.