En esa época había «hierberas» dentro de la ciudad, pero en la zona de los arrabales, esas mujeres conocían distintas hierbas curativas para personas y animales. A estas mujeres les acusaban de echar el «mal de ojo» y, cuando pasaba alguna desgracia, les culpaban por lo ocurrido. Muchas de estas mujeres acabaron mal por esa presión psicológica, incluso algunas de ellas terminaron suicidándose.