Cuando estuvo en Lekeitio descubrió que cuando antaño iban en procesión al entierro se llevaban cirios alrededor de la caja. Después del funeral se pesaban las velas para ver cuanta cera se había consumido y cobrar un dinero determinado por aquella cantidad de cera. Enlazándolo con las distinciones sociales, no todas las familias se permitían el lujo de poder poner muchas velas, incluso había gente que no podía pagar ni la cera de una de ellas. Los bebes y niños fallecidos se metían en cajas blancas y no recuerda que se hicieran funerales. En el cementerio había un espacio, alrededor de un pozo, donde se enterraban a todos los niños. Desde su casa no se escuchaban las campanas y no sabe si se tocaban a mortichuelo. Cuenta que no escuchó las campanas ni cuando ardió la iglesia.