La relación con los pueblos de alrededor era buena, aunque había cierta tirantez. Los apodos eran muy comunes y a veces no conocían ni el nombre propio. A su padre lo apodaron “caldereta” y Gregorio heredó el apodo, al que le tiene mucha estima. Recuerda varios motes como “Pincharata”. Esta tradición de los motes se está perdiendo, pero muchos se continúan heredando. Los vecinos y vecinas de Viana tenían buena fama y la industria hizo que llegara mucha gente.